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METAMORFOSIS DE LAS PLANTAS - JOHANN WOLFGANG VON GOETHE

Amor, te desconcierta la rara multitud de flores, su desorden variado, en el jardín. Escuchás muchos nombres y siempre el nuevo empuja del oído a los otros, con su sonido extraño. Las formas se parecen y nunca son iguales. Desde el coro sugieren que hay una ley secreta, un enigma sagrado. ¡Si yo pudiera, amiga, entregarte ya mismo, alegre, su respuesta! Mirá su crecimiento, cómo, lenta, la planta va de una etapa a otra hasta dar flor y fruto. Su desarrollo empieza en la semilla, la tierra oscuramente fértil la empuja hacia la vida. Y ahora recomienda las hojas incipientes al placer de la luz, la inquieta, la sagrada. Una fuerza dormía en la semilla, un modelo replegado en sí mismo, debajo de su funda, hoja, raíz y germen, sin forma ni color. Algo vive, callado, dentro del núcleo seco y va surgiendo, entrando a una humedad tibia para salir más tarde de la noche envolvente. Todo, al principio, muestra su forma más sencilla. Esto vale, también, en la infancia de las plantas. Después viene otro impulso que se eleva, y repite la primera figura, nudo sobre nudo. Pero no son iguales; las hojas más recientes van variando su forma, van cambiando y entonces son más anchas, con puntas definidas y tallo; estaban contenidas en el órgano interno. Recién ahora alcanzan la singularidad que en algunas especies te mueve hasta el asombro. Más dentadas, nervadas, más lozano su aspecto, el impulso parece ilimitado y libre. Y la naturaleza, refrenando el proceso, lo lleva de la mano a mayor perfección. Va angostando los vasos, va llevando la savia más despacio, y ahora su acción es más sutil. La expansión de los bordes se aquieta y va mostrándose, más nítido que antes, el nervio del estilo. Sin hojas, pero rápido, va elevándose el tallo y entonces, al que mira lo atrae un nuevo asombro. En círculo, aparecen contadas y sin número hojas chiquitas, tantas, una al lado de otra. Contenido en el eje, el cáliz se resuelve, se abre, y la corola muestra su color. Un impulso que anhela algo más alto y pleno, revela, en sucesión, un miembro junto a otro. Y siempre te asombrás cada vez que en el tallo, esa fina estructura, la flor mueve sus hojas. Pero estos esplendores anuncian otra obra. Sí, los pétalos sienten una mano divina, rápidos se contraen y las formas más frágiles asoman, espejadas, destinadas a unirse. Hay una intimidad mayor entre parejas; numerosas, se ordenan en torno del altar. Himeneo se acerca y ahora es imposible no sentir los olores vivificando todo. Van creciendo, uno a uno, los muchísimos gérmenes adentro de su fruto, que también va creciendo. Y la Naturaleza, ahora, cierra el ciclo de sus fuerzas eternas, y otra vez recomienza, para que la cadena se prolongue, infinita, y la parte, viviendo, también resguarde el todo. Amor, la multitud de colores no puede desconcertarte más, si querés advertirla. Cada planta te anuncia las leyes eternas, percibís cada vez más claro lo que dice. Si ahora descifrás las letras de la Diosa, cambiadas, podés verlas después en todos lados. Que la oruga se arrastre, la mariposa vuele, y que maleable el hombre transforme su figura. Pensá cómo también, del germen del encuentro, fue creciendo, de a poco, en nosotros el hábito, descubriendo más tarde una amistad profunda, y el amor, al final, dándonos flor y fruto. Mirá la profusión de la naturaleza, siempre prestando formas a nuestras emociones. ¡Es alegre este día! El fruto más sublime del amor, el más dulce, es ser de un pensamiento, de una visión del mundo, para que en armonía lo que es doble sea uno, en la esfera más alta.

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