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FRAGANCIA

FRAGANCIA

Acá estoy de nuevo, escribiéndote y mirando las estrellas. Me siento abatido por todo querida: El trabajo, las personas, mi familia; sin embargo, aún estás afuera de esas cosas desde hace mucho tiempo. Estos días tan taciturnos me ponen nefelibato. Lo único en lo que pienso es en mirarte otra vez, en tocarte de nuevo, en amarte luego. Los anillos saturninos me rodean la intemperie nocturna de hoy.

Oigo el sonido de la guitarra chocar con la luz de la luna, resonando en los oídos de mi cabeza, pam pam pam, solo un ruido mudo logro escuchar de las cuerdas. Trato de interpretar, ¿qué será? ¿Una clave? ¿Un lenguaje que no conozco? Me quedo con la percusión que resuenan en los hilos del instrumento. Y vuelvo a ver nuestro satélite, con su piel blanca que ilumina mi cara y mi cuerpo cada vez que la admiro. Y se va, y vuelve, y se vuelve a ir. Cuando estoy contigo quiero estar solo, y cuando estoy solo quiero estar contigo. Quiero envolverte el cuello con mis besos y sanar el tiempo con los recuerdos. Aún sigo en discusión conmigo mismo y con el frío. Enciendo un cigarro para ver si las lágrimas se van, no obstante ella siguen bajando en cascada, pero no una gran cascada, más bien una pequeña.

Enciendo el celular para ver las fotografías de aquel tiempo. Bajo a través de la estática y te veo en todas. Al mismo tiempo subo, porque observar me lleva hacia el pasado; pero esto no es cosa del aparato, del teléfono, es cosa de mi cerebro que libera estas cosas en los momentos más inoportunos.

Me decido a bajar del techo, y al rozar con el alambrado, puedo recordar ese olor tuyo, esa fragancia a cigarrillo, a cerveza, a wiski; A esas noches en los bares, en los conciertos. Recordando mientras, que siempre nos íbamos a la parte de atrás de un edificio de 50 plantas, allí me acuerdo que siempre estaba postrada una silla en un jardín, el jardín del edificio. Nos sentábamos a conversar, a beber cáncer, a fumar, a morder al otro como si fuera parte del festín de crapulosas. Me dices que soy un vidamiserable, seguidamente vuelves a clavar tu dentadura en mis labios.

Sigo observado los cuerpos celestes, pero esta vez ya alejado de casa, grabando la nota de voz para enviártela en cuanto el internet llegue a mi móvil. Probablemente me arrepienta, casi siempre lo hago. La noche se convierte en madrugada y el ambiente se torna de color azul, pero no de un azul claro, es un azul nocturno que cubre el cielo y que brilla aún más con las luces de las lámparas que marcan el camino de las calles. Aun con el abrigo puesto, siento la brisa a través de los huesos, ese congelamiento que hace en una ciudad como estas en invierno. Parezco un vagabundo caminando a la media noche. Se ven algunas animas que no pueden dormir por ahí en las aceras y en el cemento. Cada 10 minutos pasa un automóvil diferente por la carretera. Procedo a encender otro cigarrillo, y camino hacia tu antigua casa solo para constatar que no has vuelto.

Como un viaje al pasado, te veo sentada al otro lado, justo en las escaleras de la entrada, el cigarrillo cae al suelo del lado del cabo… sigue consumiéndose mientras yo corro nuevamente a abrazarte. Me arrepentiré, igual que las otras veces.


-Cristian Martínez Barrera

Fotografía: Cristian Martínez Barrera




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