top of page
Foto del escritorArnno

SILENCIO LOTO

Se asoma por la ventana para ver si ya es de noche; agarra su catana, las flechas y el arco, y sale a cazar a su Presa con máscara en mano.

Corre por el bosque de sakuras durante minutos. Ella mira hacia adelante y ve una cascada a unos cincuenta metros; una cascada que chorreaba como las lágrimas que soltó cuando murió su silencio.

Llega a la parte de arriba de la cascada, y se lanza al río sin pensar. Nada y nada hasta que divisa unas luces, unas luces de una aldea. Se dirige allí cubriéndose la cara con la máscara.

Empieza a cazar… Huele a su Presa… Está cerca… Ella lo sabe… El silencio se escucha en todo el lugar…

Ella camina y entra a una taberna que olía a vómito y orina, pero no le da importancia y sigue adentrándose en ese nido de animales.

Se acerca a tres cortesanas y les pregunta si han visto a aquel que le quitó su silencio, el silencio de mil noches en el que estuvo hace tiempo. Les da monedas de oro por guardar silencio acerca de su estadía.

Las cortesanas le dijeron que su Presa iba a estar con una de ellas, pero que no sabían cuál de las tres iba a ser la que se enrollara con él en aquella noche; así que la enmascarada procede a cambiarse de ropa para parecerse a una prostituta. Llegó el momento. Guarda un pequeño cuchillo, que traía consigo en el pantalón, en las medias veladas que llevaba puestas.

Al entrar al cuarto y ver la cara de lo que se suponía que iba a ser su Presa, ve a otro hombre que había visto trabajar con su Presa en el pasado. Lo seduce durante unos minutos, y cuando ya lo tiene sin ropa, sin armas; le pone el cuchillo en la garganta y le pregunta – ¿Dónde está? Dime, ¡dónde está! El hombre, forcejea con ella y sin darse cuenta la mujer le clava el cuchillo en la garganta, acabando con su vida. La mujer, bañada en sangre, coge las cosas del hombre y mira en el bolso del muerto, y encuentra una nota que dice dónde está su Presa.

–Creo que no podrás completar este trabajo con la garganta abierta.

Se cambia otra vez, coge su catana, guarda el cuchillo, agarra su arco y se pone la máscara; dice gracias a las cortesanas y corre fuera de la taberna.

Mientras camina por el pueblo, vuelve a mirar la nota del muerto, para asegurarse de que es el lugar indicado.

Observa muy bien cada casa, cada calle, cada rincón, cada letrero, cada restaurante, con el fin de llegar a su destino. Se pierde tanto, que vuelve al bosque.

Y ahí está, el palacio de Loto Fantasma. Hay una colina al lado del palacio, ella se dirige hacia la cima. Observa el palacio desde ahí para identificar a los guardias, y una vez los encuentra, espera para atacar al alba.

Ya está amaneciendo, coge una flecha y apunta con su arco a un guardia, dispara y le mata en menos de un segundo. Vuelve a tensar su arma, apunta al otro guardia y le atraviesa la cabeza. Guarda su arco y desvaina la catana. Corre hacia el palacio, escala por un muro y salta a esconder los cadáveres. Se adentra en el palacio como una sombra; sin embargo, ve a otros dos espadachines, pero parecen estar distraídos, así que los deja pasar y sigue por el pasadizo. Ella está husmeando en cada puerta del recinto, buscando, oliendo, cazando a la Presa que le quitó el silencio.

Llega hasta un gran portón que ya estaba abierto, “sospechoso” piensa ella, pero no le da importancia y entra en la sala. Y allí estaba él, su Presa, sentado en un trono hecho de hierro. La mujer corre hacia él dirigiendo el alfanje a la garganta, pero casi llegando al pescuezo del animal, ella recibe un flechazo en el hombro.

–Viniste a recuperar lo que es tuyo, ¿cierto? – Dijo la Presa – ¿Acaso creías que no me iba a enterar de que mataste a mí mensajero? Su Presa desenvaina la espada y se dirige hacia ella para matarle.

– No, vengo a quitarte lo que es tuyo. Con la flecha en el hombro, toma fuerza y se quita la máscara que tenía con un grabado de flor de loto, y se arranca la flecha del hombro. Recoge su catana del suelo y la apunta hacia adelante – Tú me quitaste mi vida, mi esposo. – Ahora yo tomaré la tuya.

Se desencadena una batalla entre Cazador y Presa, chocan los hierros, salen chispas, resuena la plata. La incertidumbre es lo que gobierna la sala en ese momento. La tensión sigue en pie, y la sangre baña el piso.

El hombre, cae al piso murmurando. La mujer, de pie, aún sin saciar su sed. Le coloca la hoja en el cuello a su Presa, ha llegado el momento de saldar cuentas. Sin pensarlo dos veces, ella retira la hoja, la envaina, saca una venda de su bolsillo, y se la coloca en la herida a la Presa. Se dirige hacia la puerta caminando y él le pregunta

– ¿Por qué? ¿Por qué me dejas vivir? ¿Por qué me salvas?

–Para que recuerdes la cara que te quito la vida, para que recuerdes la cara que te quito la tranquilidad, para que recuerdes la cara de quien puede entrar a tus aposentos en cualquier momento, para que recuerdes la cara que separó tu cabeza del silencio.


-Cristian Martínez Barrera


Fotografía: Cristian Martínez Barrera

22 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

DESDEÑADO

SOMBRA

Comments


bottom of page